Saber
manejar no es poca cosa. Aunque sea una acción cotidiana de cualquier persona
común, sin habilidades extraordinarias, tener conocimiento al respecto puedo
ser muy saludable. Si alguna urgencia surge, de inmediato me subo al auto. Como
aquella vez en que Víctor vino al mundo. O como cuando en el cumpleaños de
Roberto nos quedamos sin rolitos. Rápido y sin dudarlo marchamos a velocidades
siderales antes de que cierre la estación local de doña Lola.
Es
importante controlar la técnica de manejo. Pisar bien el embriague, con la
fuerza exacta, un poco de amor, un poco de odio, pero con la viva certeza de
estar seguro que al despegar el pie del mismo, debe acompañarlo con la suavidad
del roce de dos cuerpos. Teniendo en
cuenta estos detalles y sin olvidar que el paso que sigue es en conjunto con la
caricia del embriague, es necesario encontrar la técnica del acelerador. El pie
baja con certeza y determinación, pero con el cuidado de no precipitarse en un
descontrol de velocidad. Tiene que ser al mismo tiempo que el pie izquierdo
vuelve hacía arriba sin preocupaciones. El secreto es encontrar un punto de
encuentro entre el pie que sube y el pie que baja. A esta compleja situación
hay que sumarle el intercambio de movimientos en la palanca mecánica. La coordinación
entre los pies y la movilidad de la mano derecho debe ser exacta. Prestar
atención al pasaje de cambios para que el auto no se nos revire, ni haga
relinches en plena calle de barrio. Estos tres movimientos en simultáneo deber
ser preciso y sin horrores.
Una vez
comprendido estos pasos, viene el proceso de desaceleración. Es fundamental
controlar el auto a la hora de manejar por avenidas y autopistas en horario
pico. Este movimiento debe ser en simultáneo entre el pie derecho en subida
olívica y con estilo para que el motor deje de quemar nafta y mantenga solo el
deslizamiento de la carrocería. Pero atención no hay que desprevenirse ni un
segundo ya que el mismo pie debe efectuar la tarea de un frenado firme que
termine de detener el auto por completo reforzando la estrategia con la puesta
en punto muerto de la mano derecha.
Por último,
pero no por eso lo menos importante, es controlar los sentidos. La vista es un
fundamental requisito a la hora de manejar. Tener la vista de un águila, sería
lo conveniente. Es necesario prestar atención en todo momento a los autos que
se acercan a velocidades altas, a los conductores que quieren pasarnos por
arriba con presurosa e inútil causa. Controlar todo por la izquierda, por la
derecha y por atrás no es algo fácil si se le suma la conjunción de movimientos
técnicos explicados en párrafos anteriores.
Es verdad
que maneja cualquiera en el mundo. Pero no es para cualquiera.
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