Ella siempre estuvo a mi lado. En
las malas y en las buenas. Jamás intento dejarme. Siempre fiel a mis
convicciones, a mi forma de pensar. Reticente a las caricias de mis felpudas
manos, y mucho más a mis besos, nunca dejó de mostrarme su afecto, de ser mi compañía
en las noches de soledad. Con ella hemos
compartido tragos, humo, una buena crítica literaria e infinidades de
radioteatros. ¿Qué más puedo decir? Es mi fiel amiga, compañera de los momentos
más difíciles y más lindos de mi vida. Siempre a mi lado: en el baño, en la
cocina, en la cama. Fiel como pocas, y lo afirmo porque sé lo que es el
desengaño.
Mi apego a ella incrementó mucho cuando me
divorcie de Cecilia Duarte, pizpireta mujer de barrio Norte, que no la supo
entender a ella y mucho menos a mí. Nunca comprendió que jamás la podría alejar
de mi vida. Pues ella, es quien estuvo a mi lado, contándomelo todo: Cuando el
país se vino a pique, cuando en medio de tanta crisis mi tierra comenzó a
repuntar. Y yo esperanzado me aferraba a su detalles de madera, esperando que
algo sucediera.
También me lo dijo todo sobre la
música, desde autores desconocidos, hasta las trivialidades más humanas del
mismísimo Gardel. Estuvo presente cuando Julio Cortázar me leía los magníficos
cuentos sobre Historia de Cronopios y de Famas.
Me permitió conocer más acerca del mundo, sus
componentes sociales y sus tragedias. Aunque también me mostró la alegría, el
milagro, la felicidad de aquellos seres que alcanzaron sus metas. Ella es una
conductora de vida, de sensaciones. No dejo de llorar cada vez que ella
interpreta a artistas como Cafrune, Goyeneche y Serrat.
En fin qué más puedo decir de
ella. Es ideal, única y sencilla. No da vueltas, es decida, mordaz y elocuente,
eso según uno sepa educarla. Es la mayor
alegría de mi vida. Mí último pensamiento en la noche, la primera voz de la mañana.
Cómo no la voy amar, me dio casa, profesión y futuro. Yo soy ella, parte de
ella. Pues ella es mi Radio.
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